Olga Orozco
La mujer alguna vez fue una niña que salía a buscar al padre que jugaba, eternamente, a las escondidas. Y mientras él correteaba por los cómodos pasajes de la ausencia, a ella, la de las pesquisas constantes, la entramparon horarios adultos, hacedores de las monedas que ninguna mano de hombre podría alcanzarle, aunque su infancia clamaba por juegos, libros y relojes libres.
La mujer alguna vez fue una muchacha que encontró al padre, que se ocultaba cerca, desmedidamente cerca, tras una máscara incrustada sobre el rostro, las manos, el abrazo, y lo dicho.
Entonces, la mujer alguna vez fue una muchacha que amordazó por demasiado tiempo lo que su cuerpo y su alma gritaban.
Pero la muchacha, ahora, es una mujer cansada de disfrazar nombres y palabras, hastiada de tanto secreto pesándole sobre los hombros. Una mujer decidida a pegarle un tiro en la sien al silencio, para que la verdad venga de una vez por todas a alivianarle los andares.